México D.F, 4 Octubre 2009. El metro: Sistema de Transporte Colectivo (STC) con doscientos kilómetros de vías, más de cuarenta millones de ratones, y cuatro millones y medio de personas que transitan cada día, es el transporte público más usado en la Ciudad de México, el punto de reunión de estudiantes, profesionistas y todo tipo de gente. Un mundo subterráneo y clandestino, donde la prostitución no anda a flor de piel, sino en un grande, largo y angosto gusano de color naranja.
Si son de las personas que piensan que el metro sirve sólo para comprar discos piratas, chicles y trasladarse a su trabajo, escuela u hogar, pues permítanme decirles… que están equivocados.
Como bien saben, el deseo sexual anda presente a todas horas y las ganas en ciertas ocasiones no se pueden contener, así que el metro es otro escenario perfecto, para la seducción y placer de prostitutas, manoseadores, metreras y mirones.
Diariamente el metro tiene horas pico, las cuales se vuelven un baño de vapor o un exquisito sauna, donde los masajes de carnes y los rozones “sin querer”, son la atracción del día. Ya en las noches, el metro se vuelve el mundo de la diversidad sexual, que sólo por 2 pesos (que es lo que cuesta la entrada), puedes obtener la satisfacción que tanto buscas.
Las prostitutas del metro no son difíciles de encontrar, llegué a la estación Revolución (Línea 2) a las 9:30 pm, no había tanta gente ya que era sábado, di un recorrido por toda la línea y me encontré con 5 mujeres, bueno, 2 señoras y 3 travestis distribuidos en las escaleras de las dos direcciones de la estación, parecía que estaban esperando a alguien. Para mi mala suerte las señoras no eran nada atractivas, así que tome un respiro y fui con una de ellas, tenía una cara ruda de “haberlo vivido todo”, un cuerpo con carne de más y vestida con una minifalda, la cual no sé cómo pudo entrar en su cuerpo. Cuando me acerqué, la señora de inmediato comenzó un flirteo hacia mí, los conqueteos simples de “qué guapo muchachito, quieres compañía”, me obligaron a preguntar ¿Cuánto salía que me echara un mano?, la señora me dijo, tratando de ser cachonda 400 pesos con todo y hotel, en ese momento le dije que no, esperé el metro y continúe mi trayecto a la siguiente parada, la Línea Rosa.
Ya en la estación Balderas, recordé los rumores del último vagón “donde todo puede pasar” y decidí explorarlo a ver si tenía más suerte. La Línea Rosa a diferencia de la Azul, parece que es un imán para los homosexuales, no sé si sea por el color de la línea, pero la diversidad sexual se hace presente muy bien.
Observé a mi alrededor y había más gente en la estación que en la Línea Azul, caminé por el andén hasta llegar al final y subí al vagón, para mi mala suerte (otra vez), había puros hombres en él, no estaba exageradamente lleno, pero si había mucha gente de pie.
De inmediato me coloqué en una pared del metro, para evitar ser víctima de un “arrimón”; cuando entré al vagón, las miradas por un momento se dirigieron hacia mí y después volvieron cada una a donde estaba, empecé a analizar la situación, la cual se veía muy normal, chavos besándose, platicando, uno que otro fajando, pero la mayoría se echaban el ojo unos a otros.
De repente en la estación Pino Suárez, ocurre algo extraño para mí y muy común para los demás, uno de los chavos que estaba sentado le empieza a tocar la pierna a la persona que estaba junto a él, poco a poco su mano fue subiendo hasta llegar a la ingle del chavo, donde comenzó a tallarla, mientras ocurría eso, los besos y caricias no pasaban desapercibidos, después, otras personas que estaban de pie y en una esquina del vagón, empezaron hacer lo mismo, la mano de uno de los chavos se deslizó hacia el cierre del pantalón del otro y metió su mano, a diferencia de los que estaban sentados, ellos hacían el intento de cubrirse con una mochila, estas acciones dieron principio de una cadena de favores (literalmente), donde se creó una tensión muy fuerte.
Tengo que hacer mención que estas acciones duraban lo que el metro recorre una estación, algunos hacían una pausa en lo que el vagón detenía en cada estación, otros de plano estaban muy calientes y seguían en lo suyo.
Después de dos estaciones el chavo que estaba siendo tocado en la ingle, saca un billete y se lo entrega al otro wey que de inmediato sale del vagón, estas cosas parecían ser comunes, ya que los que estaban a su alrededor no tenían ninguna reacción extraña, ahí me di cuenta de lo que es la prostitución en el metro.
Unos arrimones, una masturbada, una mamada, una dedeada, son fantasías sexuales que se viven diariamente en los vagones del metro y que las prostitutas y todo tipo de gente ansiosa están dispuestos a realizar. El placer y seducción son emociones que el metro también vende, el chiste es abrir bien los ojos y ver más allá de la fachada principal que el metro nos muestra.
por Miguel Contreras
– Reportero.