Sé que la gente de nuestro país tiene por costumbre creer más en Dios que en su propia persona, pero no puedo dejar de sentirme avergonzada al ver el nivel tan miserable de apertura mental que maneja la mayor parte de los políticos derechistas, y uno que otro izquierdista.
Diputados y Senadores, afrontan un verdadero predicamento: ¿los homosexuales deberían de tener derecho al matrimonio?, de ser así, ¿podrían adoptar un niño?
La retrógrada Iglesia ha declarado públicamente que, la figura del sagrado matrimonio, es digna sólo de parejas heterosexuales, ya que tiene por fin último la concepción de un niño.
¡Eso me enerva! En verdad me mata del coraje pensar que, aún en éste siglo, soy considerada un maldito útero andante cuya única utilidad es la procreación. Según ésta declaración, tan hilarante como incoherente, las parejas que se casan sin tener la concepción en la mente, no deberían de existir. Si tomáramos todo lo que dice la Iglesia como verdadero, estaríamos más que fregados.
Muchas otras personas “anti-derechistas” que gustan de presumir su “open mind”, dicen que estaría genial que los homosexuales se pudieran casar y formar una especie de familia juntos, pero cuando se les pregunta si dichas parejas deberían de tener derecho a adoptar, no saben qué decir.
Estas personas no conocen una respuesta políticamente apropiada, y se les olvida que hay miles de niños en busca de una pareja que esté dispuesta a cuidarlos.
Tal vez el tema me indigna tanto por que, para mí, el tener un hijo lo puede hacer cualquiera, ¡ojo!, no estoy diciendo que sea fácil mantenerlos, educarlos y demás, pero en cuanto al acto biológico, por sí mismo, sé bien que sólo hace falta un óvulo fértil y un esperma saludable. Aunque hay parejas que tienen que someterse a tratamientos de fertilidad, para la mayoría de la gente no representa problema alguno.
Por alguna extraña razón, todos tenemos que presentar hasta pruebas psicométricas para poder aplicar a un simple empleo, pero cuando de engendrar se trata, cualquiera que sea físicamente apto lo puede lograr.
Es por eso que vemos a tantos niños vendidos por sus propios padres, sin importarles si acaban en una red de pederastia, en el mejor de los casos.
Mi punto es: si nadie se ha tomado la molestia de juzgar a los padres heterosexuales, ¿por qué habrán de hacerlo con los homosexuales?, ¿acaso el tener padres de diferente sexo es igual a tener una bonita familia?
Hay quienes declaran que los niños adoptados podrían verse envueltos en situaciones sociales poco favorables para su desarrollo, como burlas y señalamientos, pero, al final de cuentas, ¿no pasó lo mismo con los primeros hijos de padres divorciados?, ¿cómo trataban a los hijo
s de madres solteras hace no muchos años?
Siempre habrá resistencia al cambio social, pero de no ser por este, las mujeres no tendríamos derecho de votar, y Barack seguiría sentándose en la parte trasera de los autobuses.
Montserrat Alquicira
- Reportera
