Con temor a otro ataque de cualquier loco al Metro Balderas la noche de ayer, me dispuse a regresar a mi casa en el gusano naranja. Bajé las escaleras de la Glorieta de Insurgentes, abordé aquel tren y transbordé en Balderas. Por obvias razones el metro estaba - ¿Cómo decirlo de una forma no muy ofensiva? - ¡Hasta su puta madre! Es increíble como pueden caber treinta personas en sólo tres metros cuadrados.
No podía moverme, para cuidarme de alguna especie de robo coloqué mi mochila frente a mí, cubriéndome. Un tipo gordo y gigantesco se colocó delante de mí, sudado y barbado con muy poco cabello en su cabeza, de playera verde, de esas que gracias a la panza cuelgan como manteles de cocina. A su lado (y al mío también, por ende), un chavito, de aproximadamente unos dieciocho años, delgado, vestido de jeans y camisa, “carita”, como diríamos algunos, con miedo a aceptar que es guapo. Para no hacérselas larga… o tal vez sí, el tipo gordo bajó su mano, y comenzó a tocar la entrepierna del chamaco (ahí perdí de vista lo que hacía pues mi mochila estaba justo enfrente). El chavito evitó mi mochila y se acercó por completo a aquel mastodonte, como abriéndose paso entre la marea y llegando a recargar su mejilla en lo que parecía una “teta” de aquel obeso hombre. Me hice hacia atrás hasta que quedé encerrado entre su acto y la puerta del metro. Las manos del delgado hombrecillo universitario desaparecieron también, mientras el barbudo hombre de cuarenta se agachaba de forma sutil hacia la oreja del primero.

Al llegar a la estación La Raza, bajaron juntos al igual que el ochenta por ciento de toda la gente dentro del vagón. El sudado hombre verde tomó del brazo al joven diciéndole: “¿Para dónde vas?” mientras se perdían camino a “El Túnel de la Ciencia”.
Es el sexo, visto como fenómeno prohibido lo que incita a tipos guapos a dejarse “toquetear” por obesos sudados, lo que mueve a las colegialas a grabarse frente a su webcam, lo que provoca a los niños de diez u once años tener sexo anal en el baño de la escuela, lo que hizo nacer a la imaginación en el sexo telefónico, el sentimiento aunado al poder en una violación; es el poder al penetrar a un niño de cinco años volviéndose un monstruo; es el placer, el negocio, lo prohibido, el pecado, la puerta a la muerte y la culminación de un acto diabólico, es, en algunos casos, el utópico amor.
En ésta edición, Praxis Blog se vuelca a las variantes o evoluciones de este fenómeno. Puntos de vista distintos, la percepción desde sus entrañas y algunas locuras de nuestros redactores.
Dejad que sus ojos tengan sexo con nuestros textos.
Juan Mendoza
- Jefe de Información
No podía moverme, para cuidarme de alguna especie de robo coloqué mi mochila frente a mí, cubriéndome. Un tipo gordo y gigantesco se colocó delante de mí, sudado y barbado con muy poco cabello en su cabeza, de playera verde, de esas que gracias a la panza cuelgan como manteles de cocina. A su lado (y al mío también, por ende), un chavito, de aproximadamente unos dieciocho años, delgado, vestido de jeans y camisa, “carita”, como diríamos algunos, con miedo a aceptar que es guapo. Para no hacérselas larga… o tal vez sí, el tipo gordo bajó su mano, y comenzó a tocar la entrepierna del chamaco (ahí perdí de vista lo que hacía pues mi mochila estaba justo enfrente). El chavito evitó mi mochila y se acercó por completo a aquel mastodonte, como abriéndose paso entre la marea y llegando a recargar su mejilla en lo que parecía una “teta” de aquel obeso hombre. Me hice hacia atrás hasta que quedé encerrado entre su acto y la puerta del metro. Las manos del delgado hombrecillo universitario desaparecieron también, mientras el barbudo hombre de cuarenta se agachaba de forma sutil hacia la oreja del primero.

Al llegar a la estación La Raza, bajaron juntos al igual que el ochenta por ciento de toda la gente dentro del vagón. El sudado hombre verde tomó del brazo al joven diciéndole: “¿Para dónde vas?” mientras se perdían camino a “El Túnel de la Ciencia”.
Es el sexo, visto como fenómeno prohibido lo que incita a tipos guapos a dejarse “toquetear” por obesos sudados, lo que mueve a las colegialas a grabarse frente a su webcam, lo que provoca a los niños de diez u once años tener sexo anal en el baño de la escuela, lo que hizo nacer a la imaginación en el sexo telefónico, el sentimiento aunado al poder en una violación; es el poder al penetrar a un niño de cinco años volviéndose un monstruo; es el placer, el negocio, lo prohibido, el pecado, la puerta a la muerte y la culminación de un acto diabólico, es, en algunos casos, el utópico amor.
En ésta edición, Praxis Blog se vuelca a las variantes o evoluciones de este fenómeno. Puntos de vista distintos, la percepción desde sus entrañas y algunas locuras de nuestros redactores.
Dejad que sus ojos tengan sexo con nuestros textos.
Juan Mendoza
- Jefe de Información
2 comentarios:
WEEDGE:
Que ondas...pues si ..jeje al parecer creo a que a todos no ha pasado alguna situcaion parecida en nuestro glrioso,folklorico y cultural sistema colectivo de transporte "metro"..... yo no he visto algo como lo que se expone en el articulo anterior,pero, si he tenido que ver cosas parecidas...y diablos...en verdad que hay veces que el sexo tomado ya comouna fora de vida hace mas pobres a unos , y nos hace riko ( jaja en ambos sentidos) cuidense y mucha paz!!!
MC WEEDGE....
como nota muy buena, lastima que los detalles implicitos en ella sean tan malos, por no decir caiste en el albur, jajaja, pero muy buena nota, los acosos hoy en dia son tan detallados como el caminar en un mar de sexo cuando ingresas al "gusano naranja".
Publicar un comentario