México D.F. 28 de Agosto del 2009. Buscamos trabajo para ganar experiencia, no queremos monumentos, ni grandes reconocimientos, lo único que esperamos es que tanto profesores como directivos nos den su apoyo y no la espalda.
Cuando nos desarrollamos en una sociedad que cambia tan deprisa, es muy fácil quedarse atrás en un abrir y cerrar de ojos, y para evitarlo la escuela es una herramienta básica, pero, ¿qué sucede cuando se acerca el final de nuestros estudios universitarios y entonces nos enfrentamos a la imperiosa necesidad de levantar la mano en el mundo laboral?, a menos claro, que tengamos algún familiar, amigo, o conocido bien posicionado en una empresa y nos brinde la oportunidad a nosotros y no a otras personas que probablemente puedan estar mejor capacitados que nosotros para desarrollarse en ese puesto, debemos luchar con uñas y dientes para obtener tan preciada oportunidad, pero en fin , son cosas que pasan en esta vida, sin embargo, un acto importante es el apoyo que nuestra institución académica nos brinda ante tal situación; claro que el simple hecho de un cambio de horario nos permite una búsqueda más accesible para el mundo laboral, ya que la mayoría de los empleos de medio tiempo son en el turno matutino, claro que hay sus raras excepciones.
El supuesto apoyo que nos dan las universidades, únicamente se limita a mover el horario estudiantil ya que en cuanto encontramos una oportunidad y la tomamos, nos encontramos ahora con la sorpresa de que la aparente sensibilidad del plantel académico ante nuestra nueva situación es nula, ya que al parecer es cuando los profesores más se esfuerzan por encomendarnos tareas y trabajos que son cada vez más complejas y laboriosos ya requieren la implementación de mayor tiempo y esfuerzo para su realización, aunados a las responsabilidades intrínsecas del acontecer laboral cotidiano, esto sin importar el tipo de labor que desarrollemos, ya que cada una de estas actividades tiene un grado diferente de complejidad.
Pero como todo buen universitario, cuando sentimos que el agua nos ha llegado al cuello, y nos damos cuenta que las patadas de ahogado no han dado, dan ni darán resultado acudimos a nuestras atentas y honrosas autoridades en espera de que ellos, por estar en un puesto en el que “aparentemente” velan por nuestros intereses comprenderán y darán una solución viable y comprensiva a nuestras necesidades, sin embargo, es más cruel el enfrentarnos con una respuesta de amplia complejidad como lo es la pregunta “¿Y?” o el clásico “pues está bien ¿no?” y ni que decir del famoso “no eres el primero, ni el último que lo hace”, es ese momento en el que nos enfrentamos a un mundo maravilloso donde de forma autoritaria se nos obliga a realizar un cambio de horario, cambio que no se hace con las colegiaturas, y todas las repercusiones que esto conlleva en nuestra vida cotidiana, ya que para muchos de nosotros ese cambio básicamente viene a invertir nuestro horario totalmente. Y ni que decir de las asistencias a clase, cierto es que nosotros hemos sido los que elegimos venir a una universidad que tiene un funcionamiento bajo el denominado sistema cerrado y sabemos que nuestra asistencia en el salón de clases es fundamental para el aprovechamiento de la asignatura, aunque pareciera ser que debemos llegar a costa de cualquier cosa, aunque estemos retrasados por causa del trabajo.
A fin de cuentas, no estamos pidiendo que se nos construya un monumento en memoria de todos los estudiantes que trabajan ni que se nos rinda culto, estamos conscientes que no somos el primero ni el último alumno que también trabaja, lo único que estamos pidiendo es la comprensión de parte del profesorado, y citando a un viejo amigo, pedimos que “no dejen tareas estúpidas” y que comprendan el hecho de que habrá tareas que no podamos entrega y esas ocasiones que no podamos llegar a tal o cual clase, total, somos humanos y podemos equivocarnos e incluso cansarnos.
René Ramirez
-Reportero
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