Un Negocio Tan Grande Como la Drogadicción Misma.
• Las granjas
• Las cuotas
• La diferencia; el dinero
México, D.F. 5 de Septiembre.- Las llamadas granjas, o anexos, han hecho de las suyas durante años en pos de ayudar a hombres y mujeres jóvenes, en su mayoría, de escasos recursos.
Gracias a nuestras efectivas autoridades, estos centros de rehabilitación operan a diestra y siniestra sin siquiera contar con un registro, ya que de los 250 centros de atención a adicciones conocidos en la Ciudad de México, sólo dos están registrados como tales y 74 más son recomendados por las autoridades de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).
Se les denomina “granjas” porque las desafortunadas personas que caen en ellas son tratadas como lo único que puede haber en una: animales.
El negocio de dichos centros de rehabilitación está en pedir cantidades de dinero, no muy grandes, a los familiares de los internos para “ayudarlos” a superar su adicción.
Los encargados de rehabilitar a los adictos son los “padrinos”, quienes no cuentan con ningún tipo de estudio en el tratamiento de las adicciones y tienen dos funciones primordiales: la primera es motivar a golpes a sus ahijados para dejar las drogas, y la segunda, extorsionar a la familia.
En el mejor de los casos, el padrino tratará de sacar de las drogas a la persona que protege, eso sí, agradeciendo las “amables donaciones” de los familiares; pero en muchos otros resultan ser dealers que saben que un adicto en recuperación daría, literalmente, lo que fuera por un poco de droga.
El número de internos varía en cada granja, por lo que saber a cuánto ascienden sus ganancias con certeza es casi imposible, aunque la cantidad mínima exigida por estos ilustres padrinos es de $50 diarios por interno.
En teoría, en nuestro país, uno de cada tres alcohólicos se rehabilita por completo, mientras que los otros dos tendrán que cargar con el peso de la botella el resto de sus vidas.
Aunque no lo digan, esa es la principal esperanza de Oceánica y demás centros de rehabilitación de alcurnia, que el alcohólico siga empinando el codo, que el adicto continúe inhalando, y que la bulímica no pueda parar de vomitar.
La diferencia entre ambos es abismal, en el primero estás en un mugroso cuarto de dos por dos, golpeado y muerto de hambre; en el segundo te encuentras en Mazatlán, en medio de la playita, con psicólogos y expertos a tu servicio, y es que ¿qué esperaban por 10 mil pesos a la semana?
Seguramente, al igual que a mí, se les hace un robo cobrar mínimo 10 mil pesos a la semana, pero como sabiamente dijera Oceánica “el costo del tratamiento es menor al costo de no ser tratado”.
Montserrat Alquicira Arreguín
- Reportera
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